22.6.11

La ausencia del calor del sol se hacía sentir sobre mi piel, el cruel viento rasgaba mi rostro transformándolo mientras me encontraba en un desierto lleno de sombras sin importancia. La rudeza del clima era más cruel de lo que pensaba. La lluvia bañaba mis impurezas, caía sin cesar como si los ángeles lloraran por siempre. Pero el agua no cesaba mi sed por ti y la distancia acrecentaba mis dolencias. Era triste la distancia que nos separaba. Te extrañaba con dolor sabiendo que sufrías lo mismo, o engañándome pensando en que así sería. Tenía esperanzas, en ese día lluvioso, encontrarte por la calle para decirte todo lo que sentía por vos, pensaba en la tarde nublada, mi casa y mi cama abandonadas por el calor de tu cuerpo y yo, con la ambición de tener tu ser cerca mío.
Y te encontré.
En un océano de sombras poco importantes, de seres innecesarios en mi vida. Te encontré con tu mirada cálida y penetrante que tanto me hacía temblar. Te acercaste lentamente hacia mi con tu caminata, especial y única, arrasando con lo que te rodeaba sin intención. Me sujetaste de la cintura y tu beso fue tan avasallante que me un gran escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza y notaste el temblor en mi, soltándome y mirando hacia mi interior a través de mis ojos, que con su mayor calidez demostraron cuanto te quería.
Y tu amor rozó límites no imaginados complementándose con mi amor. Y nuestro amor contenido desde hacía días acabó con nuestros dolores y formó un siempre juntos con un beso que demostró todo lo que sentíamos en el corazón.
Y nunca más nos perdimos entre las sombras...