19.9.10

Basta. Esa era su plegaria. Su dolor era tan fuerte que todo su cuerpo sufría espasmos. No podía resistir esa constante crudeza de la vida que la azotaba día a día en su rutinaria vida. Su llanto provocaba el desconsuelo absoluto en los demás, repercutía de tal forma que era imposible no sentirse mal. Era el espíritu herido el que accionaba y su corazón que no resistía semejantes maldades.
Había intentado superar cada instancia pero se le había vuelto imposible cuando observo y sufrió que la inesperada traición ingresaba a su vida. La habían abandonado, estaba sola y sintió como la soledad la abrazaba y la arrastraba para siempre. Sintió en carne viva como las esperanzas de ganar alguna batalla estaban perdidas, como morían en sus brazos y se escapaban entre sus dedos. Que, ademas de sola, ya no le quedaba nada.
La traición era parte de su vida y la ignorancia que había desaparecido era fatal para su autoestima. Fueron dagas en el alma, puñales en el corazón, cuchillos en su fortaleza, que en consecuencia fue la perdida de espíritu y la muerte de su esperanza.
Y pudo observar los recuerdos que la habían acechado cada noche, aquellos que no la habían dejado dormir, aquellos que en realidad eran sus problemas, aquellos que la habían maltratado, insultado, desgastado, desgarrado, pero mas aun habían quitado de su ser la chispa de alegría, la chispa de vivir.