Sentía en carne viva ese violento deseo que la inquietaba tanto, que le daba insomnio. Los días eran eternos y por las noches ese deseo se intensificaba. Su cuerpo clamaba ese cuerpo y su razon por olvidarse de el; rogaba por piedad o misericordia para que esa maldita, fuerte, violenta e intensa sensación se fuera, se borrara. Era insoportable. Su situación provocaba que su sangre hirviera, se quemara viva. Pero ese deseo no se iba ir, la iba a perseguir.